Una mansión
vienesa ha sido levantada bajo la advocación de un ángel con trompeta.
Es una vasta casa, fría, oscura e inconfortable, contrariamente a lo que
podría esperarse de la jovial figura que preside su frente. Sus
moradores forman un mosaico de caracteres dispares. En el cuarto piso
vive una mujer encantadora, cuyo hijo primogénito, Hans, será con el
correr del tiempo el símbolo de su casa y el de la ciudad.
La
historia de la casa está entrañablemente ligada a la de Viena en los
últimos 60 años, se desconcierta con Freud y baila con Strauss. Asiste al derrumbe del imperio, de
las instituciones y de las creencias. Presencia el advenimiento de los
tiempos nuevos.
La casa del ángel es luego
protagonista directa en el drama de Austria: luchas, aniquilamiento,
absurdos. Paga su precio y, de pronto, queda muda, ella, tan elocuente. Saldrán de su silencio los muros
augustos que un día escucharon absortos las mágicas armonías de un
Mozart.
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